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Aspecto de la cueva del monje de Guadix. torcuato fandila
La leyenda de la Cueva del Monje de Guadix

La leyenda de la Cueva del Monje de Guadix

El relato sobre el lugar, que durante años ha sido visitado por los accitanos, se remonta al siglo VIII

Sandra Martínez

Guadix

Martes, 14 de septiembre 2021, 01:22

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Cuando la leyenda y la historia se unen, surgen relatos como el de la Cueva del Monje, ubicada detrás del Humilladero de Guadix. Visitada durante años por los accitanos, actualmente las condiciones en las que se encuentran sus inmediaciones dificultan su acceso. «Todos de pequeños hemos jugado allí para vivir el misterio y las leyendas que envuelven el lugar», afirma un vecino cuya familia es la propietaria del lugar.

La leyenda cuenta que, con la llegada de los musulmanes a la península en el siglo VIII, «un hombre de cristianísimas virtudes» se refugió en ella huyendo de la persecución. Así fue como vivió escondido de los invasores en un antro troglodita propio de las excavaciones en la arcilla que caracterizan al municipio accitano. De este modo, sin ver la luz del sol y saliendo solo de su escondite de noche, para obtener algunas hierbas que le servían de alimento, siguió ejerciendo las prácticas evangélicas, según se recoge en el libro 'Cuentos y Leyendas' de Torcuato Fandila.

Vista de la zona.
Vista de la zona. Torcuato Fandila

Un día, los adoradores de Mahoma se acercaron a la gruta y el monje, con temor de ser descubierto, partió hacia Córdoba. Al llegar allí, se percató de que había olvidado en la cueva de los alrededores de Guadix una virgen de marfil que su madre le había regalado con el encargo de que no se separase jamás de ella.

Decidió volver para recuperarla y fue en la vuelta a Córdoba cuando una partida de moros le sorprendió al pie del monte del Mencal y lo llevó a Lopera. Cuando consiguió escapar, fue a parar de nuevo a la Cueva del Monje. Allí se mantuvo oculto hasta que una mañana del mes de abril fue descubierto y sacado a palos del lugar por unos musulmanes que ocupaban la zona

«Cuenta la tradición oral que, cuando desaparecieron, una joven blanca como la luna, bella como la ficción más bella que pueda crear la mente de un poeta, acercóse al infeliz, desató sus ligaduras y le curó instantáneamente las heridas que le habían inferido aquellos bárbaros», señala el relato.

Guiado por la doncella, el monje llegó a Córdoba, donde la muchacha se convirtió en una pequeña estatua de marfil, igual a la que la madre del monje le había dado. Finalmente, falleció en Córdoba por negarse a observar las prácticas de Mahoma.

Interior de la cueva

La cueva posee un número reducido de estancias debido a las pequeñas dimensiones que tiene. Los techos fueron ejecutados a dos aguas y los arcos de los pasillos que comunican las diferentes habitaciones se tallaron imitando bóvedas de cañón. La superficie de las paredes es lisa, aunque no se sabe si en su origen fue así, ya que, actualmente hay pinturas barrocas y algunas de las paredes están enlucidas o reforzadas con ladrillo.

La habitación de la izquierda prácticamente ha desaparecido –tan solo queda el pasillo de acceso–, pero se sabe que estaba a una cota diferente del resto, pues se conservan los restos de una escalera, y poseía un pequeño balcón o gran ventana con vistas al Oeste, desde donde se puede contemplar la ciudad de Guadix y la vega.

La habitación de la derecha es de planta cuadrangular y posee un gran boquete en uno de sus lados, probablemente realizado en tiempos contemporáneos.

En la habitación del interior se ubica una hornacina de grandes dimensiones abierta en la pared del fondo mediante un arco de medio punto. Esta parte se encuentra decorada con zócalo y una pintura roja almagra. Y las partes superiores y el techo de color azul cobalto con filigranas y adornos geométricos de color más oscuro. La decoración más detallada se encuentra alrededor de la hornacina, decorada con dos ángeles sosteniendo un cortinaje rematado por una corona. Se trata de pinturas populares realizadas probablemente durante el siglo XVIII.

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