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Jesús Javier Pérez
Guadix
Jueves, 12 de septiembre 2019, 11:44
Hace frío, el termómetro ha bajado de golpe. Jérez del Marquesado está de fiesta y casi no ha dormido. El frío de la mañana aún se siente sobre las tablas de las gradas montadas en la plaza del Molino. Por la calle de la Herrería se pueden ver las primeras nieves sobre las cumbres de Sierra Nevada. Por esa misma calle tienen que llegar los toros que se lidian por la tarde.
Los más prevenidos han cogido sitio entre las tablas para no perderse un detalle de los encierros. Hace frío pero, por fortuna, este año el sol no pica y es una ventaja. Los voluntarios se pasean por el coso y la calle repasando cada elemento que pueda poner en peligro la seguridad, es lo más importante.
Los toros lo son todo en las fiestas de Jérez del Marquesado: su elección, los encierros, las novilladas y, cómo no, el reparto de la carne entre los mayordomos de las fiestas. Este año son más de 600, comenta el presidente de la Comisión de Festejos, José Luis Carmona. Desde principios de verano los mayordomos se han unido a la comisión y su contribución es esencial para mantener estas fiestas.
Los toros forman parte del voto de la población a la Virgen de la Purificación, a la que popularmente se conoce como La Tizná. Las fiestas suponen la renovación anual de la promesa que el pueblo realizó como consecuencia del milagro que la Virgen, según la tradición, obró en 1653 y que supuso la vuelta a la vida de tres mozos de la localidad tras ser alcanzados por un rayo. Todos los actos que se realizan están motivados por ese voto: los balcones engalanados, los castillos de fuegos artificiales, los toros....
Tras el encierro los vecinos tienen la ocasión de conocer a cada uno de los novillos y también es el momento de los más entendidos de emitir su juicio sobre el juego que puede dar cada animal en el festejo vespertino. Entre aficionados y entendidos circulan los comentarios de aprobación o las dudas sobre cada animal.
Una parte más prosaica se realiza en el salón del Ayuntamiento, donde los novilleros proceden al sorteo de las reses. El cabo de la Guardia Civil, José Pérez, presta su boina para el ritual de la suerte. Y también es el momento de rellenar los papeles para que todo quede registrado y controlado.
El festejo taurino comienza con un paseíllo en el que no solo participan los novilleros y sus cuadrillas, también desfila ante el pueblo las autoridades e, incluso, el alcalde. La corrida es una fiesta, tanto dentro como fuera del albero. Las meriendas, siempre en cuantía generosa, forman parte de la fiesta y las viandas corren de un lado para otro mientras los novilleros hacen sus lances. El fin de fiesta es la vaquilla que se suelta para que los aficionados del pueblo tengan su momento de gloria. Los más lanzados se tiran al ruedo para poner en práctica sus lances taurinos y disfrutar de un pequeño subidón de adrenalina. Capotazos, quiebros, alguna carrera y algún quite por algún amigo que se ha visto comprometido por el ímpetu del animal.
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M. Victoria Cobo | Granada, Sandra Martínez, Juanjo Cerero | Granada y Javier Morales | Granada
Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
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